jueves, 21 de abril de 2011

"Invisibilidad de los temporeros y las temporeras del valle de Azapa de la ciudad de Arica, Chile"

La existencia de los y las trabajadoras agrícolas de temporada de los Valles de Azapa y Lluta (1), de la ciudad de Arica, parece ser un secreto a voces, debido a que las y los investigadores y científicos sociales, instituciones públicas (estatales y municipales), ONGs, organizaciones, etc., quienes hablan sobre esta población, a pesar de saber la existencia de este grupo de actores suelen invisibilizarlos, ya que sus investigaciones se vinculan a dicha actividad laboral entre la zona que comprende la 3º a la 10º región, ya que en estas regiones se desarrolla de forma extensiva la producción agroindustrial, y quienes hablan sobre la zona norte grande de Chile, lo enfocan sobre la población campesina, es decir, aquella población que produce en una menor escala. Pero vemos que en la región de Arica y Parinacota, se cultivan varias frutas y verduras, y, en los últimos años, en los Valles de Azapa y Lluta se han ido instalando “semilleras”, tales como, las empresas transnacionales Pionner, Europlant, Syngenta, Tuniche, etc. De acuerdo al Censo Agropecuario 2007, en este sector se cultivaron aproximadamente 6.684 hectáreas.En el caso de la producción de tomates, existen 525 productores quienes producen entre el rango de 2 a 15 hectáreas por cada uno, facturando 42 millones de dólares anuales, lo cual corresponde a un 2% del PIB regional, y representa el 7% de la producción nacional de tomates, lo que pasa a ser la 5º región más importante de tomates, quienes abastecen durante los meses de invierno a la zona centro y sur de Chile. (2) Por lo que observamos, de acuerdo a las cifras, que esta población existe, sin embargo, lo que muchas veces negamos ver, y suele ser una muerte anunciada, es que este tipo de trabajo se caracteriza por la precarización de las condiciones laborales, por la condición de pobreza de sus trabajadores, por vulnerar sus derechos laborales, por la contaminación con agroquímicos, por los sueldos bajos y por el exigencia física que estos trabajos implican. En el caso de Arica, además se caracteriza por su población que trabaja, la cual se estereotipa con la población inmigrante indocumentada provenientes de Bolivia y Perú, permitiéndonos así imaginarnos cuáles son las condiciones en que intenta subsistir dicha población. En este sector laboral, se destaca por la “mano de obra” temporal y ocasional. La diferencia entre ambos conceptos es la duración, la primera depende de la duración de la faena, temporada u obra, pero en el segundo, depende de las necesidades de la producción, por lo mismo, podemos observar la permanente movilidad de estos trabajadores agrícolas, por ejemplo, la necesidad de un agricultor por contratar personas para un packing de tomates en el valle de Azapa sólo por dos días (3) como también, la necesidad de recoger gente a las 6:00 am en el terminal internacional “Rodoviario”, principalmente extranjeros. Otro aspecto, es la ciudadanía, muchas veces leemos o escuchamos que dichos trabajos no respetan a los ciudadanos o bien el derechos de sus ciudadanos. Los organismos como INDAP, SAG, GORE Arica y Parinacota, entre otros, señalan el desarrollo y la alta producción agrícola en esta región, cabe preguntarse, ¿Quiénes son los que aportan en las etapas de producción?, ¿Cómo trabajan?, ¿Por qué los invisibilizan? y ¿Por qué se vulneran las normativas laborales, si supuestamente existen para proteger a los trabajadores?
Para responder dichas preguntas, tenemos que partir diciendo que existe una población con una permanente movilidad de acuerdo a las condiciones laborales. En el caso de los predios agrícolas, la población trabajadora son inmigrantes, que se caracterizan por ser indocumentados o bien, trabajar ilegalmente por poseer visa de turista. Lo primero, lo observamos con la población boliviana, y lo segundo, con la peruana. En el caso de las semilleras y packing, vemos otro aspecto, que existen también chilenos, principalmente mujeres, debido a las características de dichos trabajos se suelen contratar más mujeres. Cabe señalar, que las condiciones laborales no son todas iguales para todos los trabajadores, pero si parten del punto de sus precarias condiciones laborales y la vulneración de la legislación laboral, lo que varía es el grado y la forma de estos. Entonces, si existen trabajadores que son chilenos, la justificación de la relación de nacionalidad extranjera y condiciones laborales sería refutado, por lo que tendremos que partir de ¿qué es trabajo?. Comas d’Argemir (1995), define trabajo como “una esfera fundamental de la vida humana, no sólo para la subsistencia sino también para la interacción social, el fortalecimiento de la autoestima y de la identidad y el prestigio (…), lo que para el trabajador se trata de una experiencia personal, de una forma de relacionarse con la realidad en que vive, de identificarse y de ser identificado" (4). Es decir, que a tal actividad humana, se dará un significado, que se encontrará relacionado con la identidad de la persona o del grupo.
Dicho autor nos da tres elementos, que es una (1) actividad humana, (2) para subsistir, (3) y forma parte/construye la identidad y prestigio de un individuo o grupo. Teniendo este último punto, de identidad y prestigio, podemos decir que el trabajo genera un estatus, o bien, de acuerdo al estatus existen distintos campos laborales a cuales acceder. Lo que podemos relacionar con dos puntos, una identidad que se construye en base la actividad laboral o bien el tipo de actividad laboral dependerá de la identidad/status que se tenga. Esta lógica es muy estructural y estático, sin embargo, permite comprender y abordar nuestra problemática. Esta identidad, trataremos de observarla desde la ciudadanía, para eso, también tenemos que definir qué es ciudadanía.
Ciudadanía es una construcción social, donde se encuentra constantemente formulándose de acuerdo a los procesos históricos, estando permanentemente “en proceso de construcción y de cambio” (France, A. 2003:123). La cual consiste en el ser y sentirse miembro de una comunidad, es decir, “de generar entre los miembros de la sociedad un tipo de identidad en la que se reconozcan y que les haga sentirse pertenecientes a ella” (Cortina, A. 1997), dicha identidad corresponde a un status, siendo este igual para todos sus miembros de una comunidad, existiendo una imagen de ciudadanía ideal, cuya imagen es relativa en cada sociedad (Marshall, T. H. 1997(1949):312-313; Espín 2007; Escartín, M.J. & M. Vargas 2008). Donde el concepto de ciudadanía integra “un estatus legal (un conjunto de derechos), un estatus moral (un conjunto de responsabilidades) y una identidad (sentimiento de pertenencia a una sociedad o comunidad política)” (Cárdenas, A. 1997).
La ciudadanía se encuentra relacionada con un estatus, que es una identidad vinculada a la pertenencia a una comunidad política, en este caso, el vínculo existente con el Estado es a través de la nacionalidad. Donde la ciudadanía seguirá con la lógica de que un Estado es igual a una nación, generando así una imagen ideal de ciudadanía plena, lo cual no solo excluiría a los inmigrantes (y aún más a aquellos que se encuentran indocumentados), sino también a los distintos grupos o culturas, como los pueblos originarios u otro grupo que sea diferente a la imagen ideal de ciudadano (5), es decir, que no permite la existencia de una ciudadanía intercultural o diferenciada (Cortina, A. 1997). Lo cual generaría un instrumento de exclusión, es decir, no ser reconocidos como parte de la comunidad política, tanto a los otros diferentes cultural o socialmente. Esta identidad nacional constituirá en una “identidad total”, donde los grupos diferentes/los otros, serán subordinados, y a través de ésta imagen se definirá quienes merecen ser o no pertenecientes a la dicha comunidad (Gall, O. 2004:234), permitiendo y legitimando que este otro/diferente posea un lugar inferior dentro de la sociedad, naturalizando su condición y así justificar su explotación y desigualdad social, donde “el otro no es igual, es inferior” (Wieviorka, 1994) (6).
Esta inferioridad del otro/diferente podemos comprenderlo como un racismo estructural hacia el otro/diferente/marginal. Entendiendo racismo, no solo como una inferiorización en base a los rasgos fenotípicos, sino como lo describe Mignolo, “la idea de “raza” consiste, básicamente en una clasificación, y por lo tanto, en una operación epistémica de los seres humanos en escala de inferior a superior. El “racismo” en última instancia no es una cuestión del color de la sangre o de la piel, sino una cuestión de la “humanidad””, cuya diferenciación es en base a la diferencia, a lo que Wieviorka, lo denomina como “racismo de la desigualdad”.
Cuyo racismo, se comprenderá, en base a la diferencia colonial, el cual “consiste en clasificar grupo de gentes o poblaciones e identificarlos en sus faltas o excesos, lo cual marca la “diferencia” y la inferioridad con respecto a quien clasifica. La “colonialidad del poder” es un lugar epistémico de enunciación en el que se describe y se legitima el poder. En este caso, el poder colonial” (Mignolo 2003:39). Cuya diferencia, la entendemos como Mignolo la explica, “como fronteras internas y externas, (…) que se trata de momentos de un continuum” (Mignolo 2003:94).
Entonces, podemos comprender la relación entre identidad, trabajo y ciudadanía, donde estos tres elementos se construyen en una constante relación, dentro de un contexto de colonialidad. Cuya identidad está formada por múltiples variables en relación e interacción, por ejemplo, clase social, genero, edad, nacionalidad, rasgos fenotípicos, etc.
El contexto de colonialidad nos permite comprender las razones de la invisibilización de las y los trabajadores agrícola de temporada en los valles de Azapa y Lluta, ya que el desconocimiento a voces de este grupo permite y legitima la explotación en los contextos laborales como también la imposibilidad del ejercicio pleno de los derechos sociales, civiles y políticos. Legitimando la explotación y sus condiciones precarias de trabajo, como la falta de servicios higiénicos, el incumplimiento de la legislación laboral, el impago de remuneraciones, la inexistencia de días de descanso, etc. Como también, en el ejercicio de sus derechos sociales, civiles y políticos, ya que una población que desconoce sus derechos tampoco posee una institución que pueda brindarles una asesoría o bien, que fiscalice el cumplimiento de las normas, tampoco poseen la posibilidad de sindicalizarse, sin embargo, en el valle de Azapa han existido iniciativas de organización de mujeres rurales y temporeras. En el caso de los derechos sociales, podemos observar la inexistencia de la seguridad social, es decir, los derechos previsionales relacionados a la salud, jubilación, seguro de cesantía, etc., así, naturalizando y fundamentando la ciudadanía fragmentada y limitada de los trabajadores agrícolas.
Esta diferencia colonial, naturaliza las características de los temporeros, donde podemos escuchar constantemente que “son inmigrantes ilegales”, “los bolivianos trabajan de sol a sol mientras que los chilenos pasan viendo la hora”, “los peruanos cobran menos”, etc.; lo cual, naturaliza una identidad construida por grupos de poder para ser reproducida y aprehendida por los trabajadores temporeros/diferentes, y así, legitima su explotación y la vulneración no solo de sus derechos laborales, sino también, de sus derechos sociales y humanos.
En el caso de las mujeres, las condiciones de género, pobreza e inmigración en la construcción de su identidad, también permite comprender que ellas poseen una ciudadanía fragmentada y limitada, ya que no solo se justifica por su identidad del ser temporera y pobre sino también de ser mujer, como “más minuciosas”, “más resistentes”, “trabajan más y se quejan menos”, “trabajan por menos plata”, etc.
En el caso de los inmigrantes, tanto mujeres como hombres, podemos comprender por qué es legitimada su explotación, por el hecho de poseer una nacionalidad distinta y por ende no pertenecen a la comunidad política chilena, es decir, no son chilenos y por lo tanto, el Estado no tiene vínculos con ellos y sus leyes tampoco son capaces de abarcar a ciudadanos con otra nacionalidad.
CONCLUSIÓN
Los y las trabajadoras agrícolas de temporada, desde su aparición con la modernización de la agricultura, se ha caracterizado por las condiciones precarias de trabajo, quienes no han podido ejercer sus derechos como ciudadanos, quienes han sido contaminados por agroquímicos, quienes se han vistos afectados por la pobreza y de sobreexigir a su cuerpo para mantener el trabajo, de estar en pleno sol con riesgo de quemadura, insolación y cáncer a la piel, et.
Esta población a pesar de que ha contribuido a la economía nacional y regional son invisibilizados y explotados, debido a que su identidad les genera una ciudadanía fragmentada, lo cual, podemos entender esto, dentro del contexto de la diferencia colonial, quienes unos grupos de poder, estado-empresarios y agricultores, crearan una identidad del temporero para que pueda legitimar su explotación y las condiciones desiguales, lo cual generará y reproducirá un círculo vicioso en relación a la pobreza, ya que por ser diferentes de la imagen de “ciudadano pleno” están limitados a ejercer una ciudadanía plena, esto porque existe un racismo estructural hacia el otro diferente que no permite que todos tengan las mismas oportunidades, derechos y responsabilidades, sino, que legitimará que una población sea invisibilizada y explotada. En conclusión podemos decir que los temporeros son menos ciudadanos y que las temporeras son aún menos, y que los temporeros inmigrantes tienen menos posibilidades de ser ciudadanos, y, las temporeras inmigrantes será aún menor.

NOTAS

(1) Dichos actores poseen múltiples denominaciones tales como: “temporeros”, “jornalero agrícola”, “obrero agrícolas”, “trabajadores asalariados agrícolas”, etc.
(2) Información aportada por Manuel Rodríguez Molina, Ingeniero Agrónomo
(3) Información aportada por un agricultor del valle de Azapa, Arica.
(4) En Escartín & Vargas. Mujer, inmigración, trabajo y ciudadanía: empoderando a las mujeres. Universidad de Alicante, España. ex aequo, nº 17 pp. 35-51:41, 2008.
(5) “This mode of conceptualizing the relationship between citizenship and nationality assumes cultural homogeneity of the nation and denies political autonomy and voluntarism to the citizen. Citizenship is bestowed on the individual by virtue of her membership in the nation and hence the two cannot be bifurcated. The fusion of citizenship and nationality would necessarily mean that the non-nationals would be treated as non-citizens” (Oomen:3)
(6) En Gall, O. 2004:238


BIBLIOGRAFÍA
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